Pies y memoria (II)
Una cosa que añadir (y que, espero, no lea ningún médico). He descubierto que, en una etapa sabia de nuestra vida, nos hemos alimentado por los pies.
Hace poco vi emocionada las primeras fotos de mis sobrinos. Todavía eran una sombra entre entrañas: uno (¿o una?) boca arriba, la otra boca abajo; perfectamente encajados. Es asombroso que se les vea así. La cabeza, la cavidad de los ojos, los brazos plegados como ranitas. Estaban ya formados por completo.
O casi. No tenían pies. En su lugar había algo parecido a una cola de sirena. Supongo que será el cordón umbilical, pero sólo supongo. No tengo ni idea y no me apetece enterarme de por qué los pies se forman en último lugar. Me gusta la idea de que, en un momento lúcido de nuestra vida, nos alimentemos por ellos.
Me dispongo a imitarlo.
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