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MURMUR

Fascinada

Estoy dándole a Cormac McCarthy. Fascinada. Será la tesis o la vuelta -que no es sino estar en una burbuja de la burbuja-, pero no quiero salir de aquí. He contado ya once muertos y estoy en la mitad del libro. Después el asesino ha dormido tranquilamente en la cama vacía de una mujer que tiene cáncer.

Y esas cosas.

Ensoñación

Ensoñación

 

En Mdv, J. me obligaba a imaginarme un lugar de Pamplona. Me sorprendía no ver la Taconera, el crujir de hojas, el perfil de la Mariblanca, Gayarre al fondo, como referencia. Piedritas blancas, apocalípticas, en los pies. (En ellas está escrito ya mi nombre). Y el olor a café. Tanta luz en los libros.

Veía, en cambio, una imagen en marcha. Sonaba a bobina de cine antiguo. Llego por Carlos III andando, y las torres de San Cernin desaparecen conforme me acerco. El cielo es azul y luce arremolinado; no aplasta como en Mdv. LAS MONTAÑAS ENCUADRAN EL MUNDO. Los ladrillos se apiñan para que quepa una casa más en la Plaza del Castillo. Esto veo, hasta que San Cernin desaparece.

Después hay otra imagen, dorada e íntima. Y sucede dentro de un pasillo. Allí oigo mis pasos, y este corazón sostenido.

El otro día fue el sorteo del Niño

Soy de las que compra lotería creyendo firmemente que me va a caer. Menos mal que J. me hace escuchar músicos sensatos.

"La suerte es una ramera de primera calidad". Gracias, Quique.

Friends

Friends

Del mismo modo que no me engancho a los escaparates, soy dura de pelar con las series. Se me tiene que convencer de que realmente merecen la pena, o yo no me sentaré jamás a ver una. Sí: en este sentido, soy por completo influenciable. Después llega mi juicio implacable.

(Por ejemplo, jamás entenderé a quienes ven CSI. Aunque comprendo con la cabeza lo entretenido que es, siento una repulsión insuperable. Filosófica. Ya sé, ya sé, me lo dicen todos los fans. Pero a mí me convence Hamlet: "¡Ay, pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio: tenía un humor incansable, una agudeza asombrosa. Me llevó a cuestas mil veces. Y ahora, ¡cómo me repugna imaginarlo! Me revuelve el estómago. Aquí colgaban los labios que besé infinitas veces. Y ahora, ¿dónde están tus pullas, tus brincos, tus canciones, esas ocurrencias que hacían estallar de risa a toda la mesa? ¿Ya no tienes quien se ría de tus muecas? ¿Estás encogido? Vete a la estancia de tu señora y dile que, por más que se embadurne, acabará con esta cara. Hazla reír con esto". Además, una vez me desmayé porque una amiga médico tenía SOBRE SU ORDENADOR el cráneo de un muerto. Y aun ella, sin comprender, me repetía que estaba perfectamente limpio y pulido. En cuanto me enteré de que era mujer, caí al suelo redonda).

Bueno, pero yo he venido aquí por Friends. Empecé a verlo porque viví con una gran chica que hacía una tesis doctoral (ay) sobre esta serie. Y me enganché. Mucho.

J. y M. me han regalado la quinta temporada. Ayer fue un día malo y, qué queréis -improbables lectores-, me reí y reí. Raymond Carver sostiene en un cuento que es mucho mejor ser pastelero que florista, y yo lo creo. Pero lo mejor es ser comediante.

(Las fotos que Google proporciona de Friends son horribles, así que he elegido esta de mi segundo presidente favorito, Abe Lincoln. Me ha gustado porque sale dos veces, con y sin barba. En la de sin barba, parece que tiene su casita de Illinois detrás, cosa que me enternece. Cosas mías).

Pies y memoria (II)

Pies y memoria (II)

Una cosa que añadir (y que, espero, no lea ningún médico). He descubierto que, en una etapa sabia de nuestra vida, nos hemos alimentado por los pies.

Hace poco vi emocionada las primeras fotos de mis sobrinos. Todavía eran una sombra entre entrañas: uno (¿o una?) boca arriba, la otra boca abajo; perfectamente encajados. Es asombroso que se les vea así. La cabeza, la cavidad de los ojos, los brazos plegados como ranitas. Estaban ya formados por completo.

O casi. No tenían pies. En su lugar había algo parecido a una cola de sirena. Supongo que será el cordón umbilical, pero sólo supongo. No tengo ni idea y no me apetece enterarme de por qué los pies se forman en último lugar. Me gusta la idea de que, en un momento lúcido de nuestra vida, nos alimentemos por ellos.

Me dispongo a imitarlo.

Pies y memoria

Pies y memoria

Creo que la primera semana no quería volver. Digo creo porque, respecto a la vuelta, uno nunca puede darse por seguro. Llevo seis años dedicada al tema del regreso y mi única conclusión es que el retornar, al contrario que progresar, sólo puede existir en la propia historia. Y a veces ni eso.

En el regreso hay mucho de imaginario. Y de memorioso.

Llegué y la ciudad ya no era mía, ni con la cabeza ni con el corazón. Me pareció chiquita, igual, apueblerinada. Las luces de navidad eran de puticlub y había un exceso de barbour y greñas. Enemistad eterna. Y todas las cosas que siempre me han sacado de quicio en este sitio.

Después anduve la ciudad. De punta a punta, una hora andando. Mi cabeza no ha regresado, pero mis pies sí. Y lo cierto es que en Mvd no estaba en casa. Mis pies no recordaban nada.